Foto:Alin Ciortea
Su cuerpo se contoneaba con total pretensión y alevosía. Una
danza endemoniada parecía poseerla y cada nota de música aumentaba el vaivén de
sus caderas, su frenesí. Provocadora, le mataba lentamente acercando sus labios
al destino. La noche cubrió su cuerpo de una lasciva oscuridad, envolvía deseos
enroscados en los rizos que jugaban con las luces de neón.
Así, dándole una gran calada a su cigarro quemaba sus ganas
y con ansia exhalaba el humo en la cara perpleja de aquel hombre que nunca,
antes, había ardido. Aquel hombre que consumía en su menú diario el plato que más detestaba.
Hay quienes no son capaces de asesinar situaciones sin tener
resentimiento de culpa, quienes no son
capaces de morder una emoción, quienes viven la vida de otros y la suya la
sacrifican a la mediocridad de aquello que está bien para los demás aunque cada
uno de sus sueños nazca muerto. Hay quienes se conforman con la infeliz y triste
existencia de poseer un billete en la mano para quedarse en el andén.
Hay quienes tras leer
esto no querrán reconocer que se reflejan.